miércoles, 10 de octubre de 2018

Abuelitis Aguditis!

Sufro actualmente de una enfermedad aguda y crónica. Que me afecta el corazón y perturba mi mente. Que ha cambiado mis hábitos y alterado mi rutina. Que me ha hecho revaluar mis prioridades y que me ha convertido en un comprador compulsivo. Es una condición anímica que me obliga a estar pendiente de las necesidades de alguien más. Esta enfermedad no es mas que una “abuelitis aguda” y la estoy padeciendo con mi primer nieto, y espero no el único, Matias.

Hoy día comprendo lo que mis finados, recordados y queridos suegros Jorge y Deyssy sintieron al recibir a su primera nieta, mi hija Magaly y lo que repitieron ochos veces más, con sus otros nietos. Tuve que convertirme en abuelo para poder entender cuánto amor y cariño puede uno tener hacía estás personitas que llegan a nuestras vidas y que sentimos son una extensión de nuestros hijos.

Entiendo ahora, los viajes repentinos y sin aviso de Jorge, a Iquitos a Pisco y a hasta la lejana Alabama en EEUU para ver a su primera nieta. Esa sensación de vacío y nostalgia cuando estamos lejos, es difícil de calmar y el único remedio es la presencia física y la falsa esperanza de que siempre estaremos con ellos, sabiendo que eso no sucederá. Por lo tanto, los abuelos sin querer, deseamos amar hasta más que los papás y los engreímos sin querer, en una especie de competición en el que el ganador siempre son los nietos.

Reconozco que fui un padre algo ausente, como oficial de la Fuerza Aérea en Iquitos me pasaba casi todo el mes fuera. Al igual que ahora, muchos papás también tienen que trabajar y dejar los niños al cuidado de la “nana” o la mamá. El tiempo pasó para mi literalmente volando, en un momento a otro mis hijos fueron adultos y ya no puedo engreírlos ni apachurrarlos, pero tengo una nueva oportunidad para ser un papá por horas, que es lo que somos los abuelos.

Asistí la semana pasada a una reunión de abuelitos del nido de Matias, quien por ahora tiene solo año y medio, preguntándome en el fondo cómo es que ahora los niños van aún nido a esa edad!. Yo recuerdo, mejor dicho mi madre me contó, que fui a un nido a los tres años, pero hoy en día eso ya no es así. La reunión de abuelos había convocado a más cantidad que a la que suelen acudir los papás o mamás. Es comprensible, la mayoría de abuelos ya no trabaja y tienen un poco más de tiempo. Me emocionó mucho la reunión, la didáctica explicación de la psicóloga del Nido me tranquilizó pues no sabía qué iba a hacer mi nieto ahí tres veces por semana.

Por un momento me sentí un “muchacho” de 53 ya que era uno de los abuelos más jóvenes, pero en lo que todos coincidimos fue en que somos un importante sostén en la vida y formación de nuestros nietos. Apoyamos a nuestros hijos para que sean felices, puedan desarrollarse y puedan trabajar en un mundo cada vez más competitivo, en el que las necesidades de educación son costosas y el tiempo es tan limitado. Sabemos que también competimos con las “nanas” y tenemos una cierta envidia cuando les hacen más caso que a nosotros, pero al final de cuentas, lo comprendemos, pues todos queremos lo mejor para nuestros nietos, pese a nuestras limitaciones físicas en muchos casos, vale la pena el sacrificio.

Antes veía a niños pequeños y no me emocionaba mucho, de lejos mejor, me decía, poca paciencia, pasaba por una tienda y la sección de bebés no me interesaba. Hoy en día, veo un bebé y me imagino que es de la edad de mi Matias, paso por una tienda y compro algo para él, ya no me compro nada para mi, sólo pienso en qué lindo le quedaría lo que veo y que no importa si le sobra o no. Un juguete nuevo captará su atención por unos minutos eso me hará feliz y eso vale mucho, una sonrisa un gesto de aprecio de Matias es suficiente para mi y si lo puedo captar no interesa la memoria de mi teléfono y cuanta “nube” tenga que pagar para poder capturar sus mejores momentos.

Hoy no hay tráfico infernal limeño que me detenga el ir a visitarlo, o que me quite mi tenis por estar con el, que me quiebre la espalda por cargarlo, que me obligue a tirarme al piso para jugar con él, que no me deje salir por cuidarlo o que no me deje dormir y termine horizontal en la cama pasando mala noche. Son los síntomas de esta enfermedad, de esta “abuelitud” repentina que me ha afectado los sentidos y ha despertado sentimientos de bondad y que me han hecho ver el mundo con mejores ojos.

Hoy que tengo salud gracias a Dios, tengo que aprovechar que está en su mejor edad, que con sus 18 meses de edad, peso de 2 y tallas de 3 años puedo cargarlo y hacerlo reír. Saber que es feliz me alegra más de la cuenta. Sin querer, este bandido me ha hecho mejor persona. Tengo que valorar esta oportunidad. Más adelante no estaré en sus planes, tendrá que ir al colegio, tendrá sus amiguitos y su vida propia, su abuelo dejará de ser su viejo héroe o no tendrá la fuerza y salud de hoy. Disculpen papá y mamá pero por ahora solo quiero engreírlo. Eso es lo que hacen los abuelos.

7 comentarios:

  1. Me extraña gratamente la expresión tan noble y tierna de tus sentimientos Titin. Y la gratitud mostrada a Dios y a la vida por tu nieto. Ánimas e inspiras. Un fuerte abrazo.

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  2. Tienes razon en lo que dices nos encanta engreirlos!!

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  3. Muy cierto y bonito lo q dices Tito, que bien q Mati te haya cambiado y hecho mejor persona. Te felicito y sigue engriendo,
    queriendo al precioso nieto q tienen tu y mi Gordita que también muere por el!!

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  4. Gordito lindo lo que escribes y sientes...!!! .Es verdad todo lo que uno siente por los nietos..!!!!
    Mi Matias ha cambiado nuestra vida, lo unico que nos interesa es pasar todo el tiempo que podemos con él..!!
    Besos

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