lunes, 17 de agosto de 2009

DIVINA PROVIDENCIA


Era uno de esos días en que la selva mudaba su constante calor, por un día bastante nublado y con varias tormentas alrededor del Río Marañón, eje principal de nuestra ruta. Esa ocasión como oficial alumno del grado de teniente, volaba con mi instructor el "Sable" o "Fish", como suelo llamarlo, nuestro hidroavión DHC-6 a un vuelo de apoyo a PETROPERU. La ruta era Iquitos a Saramuro, la estación No. 1 del oleoducto Norperuano. De ahí seguiríamos a Saramiriza, puerta de salida de la selva hacia la costa norte, para luego regresar por la misma ruta a Iquitos.
En esos años, nuestras aeronaves, no contaban con ningún sistema de navegación así que el vuelo, en medio de una selva sin radioayudas, lo realizábamos con un compás magnético y con referencias visuales sobre el terreno.

El vuelo transcurrió sin novedad de Iquitos a Saramuro, pero el horizonte nos presagiaba un día difícil. Luego de despegar de Saramuro hacia Saramiriza, volaríamos sobre el Rio Marañón, pero un gran frente de tormentas nos desvió algo al sur de la ruta. A falta de un radar meteorológico no había mas opción que desviarse.

Luego de salir de Saramiriza, pusimos rumbo al este y nos encontramos ya no con tormentas aisladas, si no mas bien con un frente imposible de atravesar. Para los que han volado por esa zona saben que sobre el Río Pastaza siempre hay presencia de mal tiempo, aparentemente por ser una zona de baja presión.

Poco a poco el mal tiempo nos llevó hacia el sur del Marañón, y de repente, nos vimos en el medio de nubes negras que nos obligaron a regresar, pero ya habíamos sido envueltos en un gran frente de mal tiempo.

Mientras, en Saramuro, el operador local de radio trataba de comunicarse con nosotros advirtiéndonos de un gran tormenta sobre su estación. Al estar rodeados de tormentas por todos los cuadrantes de la ruta solo pudimos encontrar un pequeño claro hacia el sur oeste, donde divisamos un trecho del Río Huallaga. Habíamos encontrado nuestra salvación.

Los fuertes vientos originados por las tormentas adyacentes y la probable presencia de microráfagas o windshears harían el acuatizaje bastante difícil. Además para empeorar las cosas, las olas sobre el río parecían olas de mar, ¿resistiría nuestro hidroavión semejante acuatizaje?. Pues no había otra solución, nos quedábamos sin combustible y teníamos que acuatizar.



Iniciamos la aproximación y nuestro noble avión parecía tambalearse en todo momento. Nuestros limpiaparabrisas parecían querer salirse por los extremos de las ventanas. Los pasajeros, entre ellos un cocinero de dudosa virilidad, nos distraía con sus gritos y para empeorar las cosas un extintor se activó con un estruendo que motivó el pánico de los pasajeros de la compañía estatal de petróleo.
Cerca al agua pudimos percatarnos de las grandes olas y luego hicimos contacto con un río encrespado cuyas olas pegaban contra nuestro parabrisas. Una vez controlado el avión, no quedaba otra tarea de llevar a los pasajeros a una zona segura. Dentro de la lluvia que ya caía copiosamente sobre nosotros, encontramos un pequeño poblado. Al varar y asegurar nuestro avión preguntamos a dónde habíamos llegado. La mano de Dios nos había hecho llegar a un pequeño poblado cuyo nombre nos hizo pensar en que Dios estuvo con nosotros. El poblado se llamaba irónicamente Providencia, dos vueltas al río de la ciudad de Yurimaguas.

Pero la aventura no terminaba ahí. Si recordamos los años difíciles de terrorismo en el Perú, el Huallaga a finales de los ochentas era bastión de los grupos terroristas. Luego de la tormenta ya no teníamos combustible para completar nuestro vuelo, tendríamos que ir a Yurimaguas. Volamos hacia ahí y luego de coordinar con la estación naval pusimos a buen recaudo nuestro avión. La base naval había sido atacada el día anterior, la comisaría había sido tomada y la población había sido congregada en su plaza de armas. Al día siguiente, "Rambo", un piloto de helicóptero del Ejército, sin cabello y baja estatura, nos prestó un par de cilindros de turbo y con eso pudimos regresar a Saramuro y terminar con esta historia que nos hizo llegar la "divina providencia".

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